noviembre 13, 2024

La columna de Alexis López (Adiós en dolor mayor)

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El viejo Agüero marcó una impronta, una huella indeleble. Un hombre que vivió en tiempos difíciles y que supo actuar y orientar en circunstancias que requerían fortaleza y coraje. Su nombre estará por siempre vinculado a la Revolución Bolivariana, por eso se entiende el dolor de cientos de hombres y mujeres del estado Carabobo y del país que despidieron a una gran persona, una gran figura revolucionaria, a uno de esos hombres que Bertolt Brecht consideraba como imprescindible. La voz de ese gran luchador seguirá resonando en cada reunión, en cada asamblea, en cada elección donde participe el Partido Socialista de Venezuela.

Hay frases que parecen haber sido pensadas y escritas especialmente para ciertas personas. Bertolt Brecht resaltaba de esos seres humanos valiosos y dotados de características únicas, una característica especial: La lucha constante por hacer de este mundo un mejor hogar. Al respecto decía “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”. Ese hombre esencial e irremplazable en el estado Carabobo es Héctor “El viejo” Agüero, fallecido a los 82 años de edad luego de una vida entregada para la grandeza de su país y su Partido Socialista Unido de Venezuela, a quien como un sencillo homenaje a su memoria quiero dedicar mi columna de hoy.

Comienzo diciendo que quienes se burlaron del discurso del diputado Héctor Agüero el 5 d enero del 2016 en la Asamblea Nacional jamás entenderán como un hombre enfermo y cansado fue capaz de hacer un esfuerzo sobrehumano para levantarse de la cama en un momento de debilidad física para asumir una responsabilidad histórica que la vida y la constitución bolivariana le estaban dando como el diputado de mayor de edad, a quien, de acuerdo al reglamento interno del órgano legislativo del parlamento nacional, le correspondía obligatoriamente dirigir la primera sesión. Y no lo entenderán jamás porque es claro que quienes se dedicaron a difamarlo no saben de compromisos ni de convicciones, y su burla hacia “El viejo” Agüero al final lo único que reflejó en su momento fue el miedo y la baja estima que tiene la oposición venezolana, de allí la necesidad de intentar hacer un circo en ese momento para lograr espacios en los medios de comunicación. La enfermedad de Agüero no era nueva, tenía sus años, de hecho, varias veces a la semana tenía que ir a la cámara de diálisis. Y aún así decidió ir a la sesión ese día, darle la cara al país, hablar de su trayectoria política y dejar un legado, un ejemplo claro y preciso para las nuevas generaciones: mientras podamos levantarnos debemos estar siempre en primera fila, al frente de la batalla, acompañando las luchas del pueblo. Hasta nuestro último suspiro.

Pidamos perdón entonces por quienes se burlaron de él, por quienes dijeron que durante su discurso de ese día en la Asamblea Nacional estaba borracho sin saber que realmente estaba enfermo, y que, contradiciendo a su esposa, su familia y a sus amigos cercanos, quiso tercamente, aun estando convaleciente, asistir a esa histórica sesión y muchas otras más, tal como lo escribió la diputada y colega periodista Victoria Mata en su cuenta de Twitter el pasado 15 de Septiembre, día de su lamentable deceso: “Lamento profundamente el fallecimiento de un querido colega, Héctor agüero, con quien tuve la oportunidad de compartir tantas vivencias, lealtad, compromiso y aun enfermo en muchas oportunidades se aparecía en el parlamento para defender nuestra lucha”. Perdónalos señor, aunque hayan sabido lo que hacían.

La terquedad del viejo Agüero por mantenerse, en la medida de sus posibilidades, siempre activo no solo en las sesiones de la Asamblea Nacional sino también en actividades políticas, fue muy parecida a la terquedad de Hugo Chávez, con la salvedad de que el cáncer de Chávez era más rápido y mortal. Para el 4 de octubre de 2012 el presidente y candidato a la reelección Hugo Chávez tenía prohibición de sus médicos de asistir al cierre de campaña. Al final, luego de una terca insistencia, se le permitió ir, pero sedado parcialmente y con la condición de que no hablase más de media hora, por el tema de su salud y la duración de los analgésicos. Chávez, como era de suponerse, habló más tiempo de lo que se le había permitido y entre sus frases que quedarán para la historia estuvo una muy particular que nos hizo pensar a quienes estábamos en ese acto que eso era, como en efecto lo fue, una especie de despedida “Estamos cerrando campaña de manera esplendorosa, desbordada de amor, de patria, de alegría en Caracas la cuna de Bolívar, Bolívar, Bolívar. Yo le doy gracias a Dios, le doy gracias a la vida como dice la canción, gracias a la vida por haberme dado tanto. ¡Aquí está Chávez de pie con ustedes!». Al bajar de la tarima luego de ese histórico discurso bajo la lluvia me cuentan que Chávez cayó casi desmayado, y a quienes alcanzaron a agarrarlo antes que cayera al suelo los miro y les dijo “Eché el resto mis compadres”. Se le aguaron los ojos a todo el mundo.

Lo otro es que “El viejo” no era un diputado de esos “de carambola” como los hay muchos en estos momentos en la oposición que todavía andan tratando de entender de qué trata ese trabajo “legislativo” para lo que el pueblo los “eligió” donde les depositan 15 y ultimo sin saber por qué o para que, sino que fue un militante de izquierda de toda la vida, un hombre que apenas a sus 17 años, meses antes del derrocamiento del general Marcos Pérez Jiménez, ya participaba en la Junta Patriótica del Zulia y en la Juventud Comunista de Venezuela, en donde llegó a ocupar cargo en la Dirección Nacional. Un hombre que en la década de los 60 formó parte del movimiento insurreccional Frente de Liberación Nacional, movimiento armado que se desprende del Partido Comunista de Venezuela y que durante muchos años fue perseguido, preso y torturado, por lo que terminó exiliado en México y luego en la extinta Unión Soviética, donde integró la escuela de cuadros. Esa era el “El viejo“ Agüero, un hombre probado, integro. Mas amado que odiado, tanto por chavistas, como por la oposición.

Y hablando de reconocimientos y respetos muchos dirigentes de la oposición también lamentaron públicamente su deceso, no solo a través de las redes, sino que también asistieron a la funeraria a darle personalmente el último adiós al viejo y el pésame a su familia, como mi gran amigo Ángel Álvarez, por ejemplo, quien sin ningún tipo de prejuicios fue personalmente a rendirle honores, desprendido de los odios y los rencores propios de los radicales del teclado. Antes de llegar a la funeraria tuve la oportunidad de conversar con él y me dijo “Hermano, no se como me recibirán allá, pero ese viejo fue en vida una extraordinaria persona. Yo debo ir y darle el pésame a su familia”. Y así fue, además de bien recibido, también fue aplaudido y reconocido su hermoso acto por la mayoría chavista presente.

El viejo Agüero marcó una impronta, una huella indeleble. Un hombre que vivió en tiempos difíciles y que supo actuar y orientar en circunstancias que requerían fortaleza y coraje. Su nombre estará por siempre vinculado a la Revolución Bolivariana, por eso se entiende el dolor de cientos de hombres y mujeres del estado Carabobo y del país que despidieron a una gran persona, una gran figura revolucionaria, a uno de esos hombres que Bertolt Brecht consideraba como imprescindible. La voz de ese gran luchador seguirá resonando en cada reunión, en cada asamblea, en cada elección donde participe el Partido Socialista de Venezuela.

¡Hasta la victoria siempre viejo!

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